Lección al Madrid 29 años después

F. Godoy IIIVarias generaciones de malaguistas no sabían lo que era ver a su equipo ganarle al Madrid. Pero eso, nunca mejor dicho, ya es historia. Como lo es y será este partido. Triunfo del mejor Málaga de siempre. Un partido en el que ninguna línea podrá llenar lo sentido. Lo vivido, lo sufrido. 29 años son una vida, quiera Gardel o no.

Nada puede manchar este triunfo. Ni Platini y sus secuaces. Nadie. Una fiesta para siempre. Se la debía también Pellegrini a sí mismo, que ya tiene su venganza sobre Mou y los que le despreciaron. El Ingeniero es el artífice. Los jugadores, sus manos y sus pies. Qué más decir. Épico partidazo, cargado de sentimientos y fútbol de todos los colores.

Olía a partidazo desde el principio. Con un ambiente alucinante en Martiricos. Espoleado más si cabe por los turbios asuntos que la UEFA. No restó un ápice de intensidad al ambiente, al contrario. Once de gala de Pellegrini, con Portillo, sin la coraza del doble pivote. Sólo chirriaba algo la ausencia obligada de Weligton. Aunque más si cabe la ausencia de Casillas en el bando contrario y los laterales Essien (diestro) y Arbeloa (zurdo).
Avisó primero el Madrid, con una falta de Cristiano Ronaldo. Cogió trayectoria, algo poco habitual. Pero ahí estaba Willy y su mano prodigiosa, que ayudado por el larguero frustró el que parecía el primero gol blanco.
Al Málaga le costaba acercarse a la portería de Adán con claridad. Cuando recuperaba el balón, había demasiados metros por delante y si amenzaba el Madrid paraba en falta o el árbitro miraba hacia otro lado. Encima, Isco no conectaba con nadie. Se le añoraba.
En dicho escenario, el Madrid intimidó y rozó el gol en varias ocasiones. Cristiano mandó fuera un gol cantado y Monreal sacó otro de Di María casi de la línea.
Pero Isco, que había recibido su Golden Boy en los prolegómenos tenía que aparecer. Era cita grande, para grandes. Gámez subió la banda, se encontró a Saviola, que dibujó un buen cambio de orientación a Joaquín. El portuense dio una pausa para encontrar a Isco. El niño de oro disparó seco. Delirio. Se quitó toneladas de autopresión y exigencia.
Se creció el Málaga. Otra cabalgada de Gámez dio origen a un disparo de Portillo que salvó Adán. Y después Joaquín probó de fuera. Desesperazado, otra combinación magnífica se cerró con un chut de Saviola silbando por la escuadra.
Cuado mejor estaba el Málaga, Santa Cruz cometió un error infantil tirando un autopase donde no debía. El Madrid aprovechó un barullo extraño para empatar. Parece que Sergio Sánchez la terminó de introducir (y quizás se obvió una falta de Khedira). Eso enfrió los ánimos del equipo y La Rosaleda. Pero había que seguir con ahínco.
Y tanto que siguió. Roque se redimió con dos goles de killer puro. En la primera Gámez dio un centro espectacular, que casi mete de espuela Joaquín y embocó el paraguayo en boca de gol. El artista gaditano después le dio un pase a lo Laudrup y él se encargó del resto buscando el primer palo.
Sin embargo, un error de Camacho cerca del área lo aprovechó Özil para servir el 3-2 a Benzemá.
Tocaba sufrir hasta el final, jugar contra el peso de la historia, que no es poco. El Madrid le había dado muchas cornadas parecidas al Málaga en los últimos 29 años.